El Hijo de Dios.

 



En el año 2033, después de una gran tormenta con amplio aparato eléctrico que llega a cubrir de nubes la ciudad de Jerusalén y envuelven la cima del llamado monte de los Olivos ubicado en el valle de Kidrón, al este de Jerusalén, un hombre joven de unos treinta años, alto, hermoso y bien formado, baja del monte apareciendo de entre la bruma ante los ojos atónitos de cientos de turistas religiosos que permanecen dentro de sus autobuses refugiándose de la tormenta que sorprendentemente amaina de golpe. El joven viste una túnica blanca y calza unas humildes sandalias, parece salido de los cielos, y el sol que reaparece súbitamente refleja sus rayos en el pelo y en las ropas mojadas del hombre.

La noticia salta por las redes y los periódicos y televisiones de todo el planeta propagan el "milagro", un hombre que viste como lo hacían los judíos hace dos mil años, que habla en arameo y que cientos de personas juran haberlo visto bajar de una nube en el monte de los Olivos, no puede ser otro que aquél que él mismo dice ser, el Hijo de Dios, Jesús de Nazaret, que ha regresado para iniciar los preparativos del Juício Final. El impacto mediático, en un mundo convulsionado por la más que evidente enajenación de los mandatarios de las grandes potencias del mundo, es tan brutal y expansivo que el Sumo Pontifice de Roma, el Papa Judas I coge el jet papal y pone inmediato rumbo hacia el aeropuerto internacional de Jerusalén.

La decisión del Papa único en la larga historia de la Iglesia Católica que se ha atrevido a dirigir el rebaño de Dios con el nombre del que traicionó a su Hijo, no ha sido cosa de un arrebato. Una fuente de su entorno más próximo afirma que al igual que el nombre se lo dictó Dios en un sueño, en ese mismo sueño le advertía de la próxima vuelta de su Hijo. Y vistos los acontecimientos parece ser que el Sumo Pontífice cree a pies juntillas que en verdad quién bajó del monte de los Olivos de la misma forma en que según los Santos Evangelios dicen que ascendió es el Hijo del Padre... y hacia él va.

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